Cómo invité a dos amigas a ver una película y acabé haciendo un trío – Argentina

Este reporte de campo pertenece a la comunidad de LevantArt Escuela de Liderazgo y Seducción. Los nombres propios y algunas circunstancias han sido modificadas para resguardar la privacidad de las personas involucradas.

(Está a punto de leer una experiencia real. Si usted quiera aprender cómo hacer para lograr un trío, lea esta entrada)

Ese sábado estaba lluvioso, frío. Una de esas tardes perfectas para mirar películas abrazado a tu novia. El único detalle es que no tengo novia, tenía que buscar otra opción. En el chat del Facebook apareció conectada una bailarina que me presentaron en la reunión que organicé en casa cuando terminamos el seminario AtraXion en LevantArt. La llamaré “Laura”.  Es hermosa y a pesar de que habíamos conversado poco, aquella vez utilicé herramientas para generar conexión emocional prematura: los tests de personalidad que enseñó Martin Rieznik en la radio y en este blog. Esa tarde en que que vi su nombre en la lista del chat, las cinco letras de “Laura” brillaban como una publicidad de neón. Como nos conocíamos y ella ya había estado en mi casa, le propuse directamente hacer una tarde de proyección de películas, me compré un proyector la semana pasada. Aceptó. Entonces le dije:

– Invitá a alguna amiga si te parece, la casa es grande y la pantalla también. Yo invité a un amigo.

No era mentira. Sólo que mi amigo Lucas aún no me había confirmado si venía. En todo caso, yo sólo estaba relajándola invitándola a una reunión con otras personas. La idea era que no piense que yo buscaba una cita clásica sino algo más casual. Recién al otro día, todavía embriagado con la experiencia de este encuentro,  me daría cuenta de que en ningún momento preguntaron por mi amigo ausente.  Ni pareció que sintiesen su falta.

Mientras la esperaba, ordené mi casa y separé algunas películas. Yo estaba decidido a liderar la situación. Ella llegó unas dos horas después y me dijo:

– Está viniendo una amiga. Se llama Ana, creo que te la presenté en la fiesta…

Perfecto. ¿Cómo olvidar a su amiguita si era una diosa? Mi sábado se estaba poniendo mejor minuto a minuto. Laura me preguntó dónde miraba usualmente las películas.

-No sé, acabo de comprar el proyector. Pero a un amigo se le ocurrió que podríamos proyectar en el techo. Ponemos mi cama aquí, agregamos el sofá para los pies, y entramos perfecto los tres, ¿no?

Dudó un poco. “Quizás me apresuré” pensé. No quería presionarla a tomar la desición así que la dejé a solas en la sala con una buena excusa:

-Voy a mandar un e-mail mientras llega tu amiga. Es un segundo, estoy coordinando un evento para esta noche y son los últimos detalles.

Estuvo bueno porque se instaló la idea de que al finalizar la película quizá debían irse, lo cual creo que la relajó porque cuando volví de enviar el email ella estaba calculando en qué sección del techo hacer la proyección.

Entonces llegó su amiga y se entusiasmó inmediatamente con la idea de mirar la película acostados. Elegimos ver un clásico de los 80s, “Laberinto”. Mientras conectaba el proyector, me reía internamente viendo cómo observaban cada uno de los objetos que a propósito yo había sembrado en la sala: mis libros de cine, fotos con mis sobrinos y el didgeredoo que mi hermano me trajo de Australia.

Cuando terminé de hacer las conexiones y me dirigí al sofá, ellas ya estaban acostadas. Sin dudarlo, me escabullí entre ellas. Mi gato aparecía y con su confianza habitual caminaba pidiendo caricias por encima de los tres. Todos queríamos complacerlo, así que nuestras manos empezaron a cruzarse en el pelaje felino. Con cada caricia al gato, aumentaba la naturalidad con que rozábamos nuestros dedos. Empezaba a subir la temperatura en el ambiente (al menos la mía).

Terminó “Laberinto” y los tres seguíamos ahí en la cama, hablando de la actuación de David Bowie en la película. Para darle valor a la situación, comenté:

– Qué lindo ser perezoso a veces… estar tirados sin nada en especial que hacer. Estos momentos no los cambio por nada.

-Si! qué bueno!- dijeron casi a dúo. Y Laura agregó:

-¿Por qué hay que hacer algo siempre? Deberíamos disfrutar más de la vida sin culpas…

Casi me tiento y apreto el acelerador. Por suerte, tuve buenos reflejos y se me ocurrió una idea mejor.

-¿Conocen el juego «Tengo un barco lleno de…»? Es así, cada uno debe proponer una categoría, por ejemplo «Tengo un barquito lleno de palabras que empiezan con A» o «Tengo un barquito lleno de cosas que podemos encontrar en un baño». De a uno por vez, hay que ir nombrando cosas que cumplan con la categoría propuesta y el que se queda sin nada que decir, pierde. Comienzo yo, tengo un barquito lleno de frases que para decirle a alguien que queremos…

Me pareció ver una mueca extraña en la cara de Ana. No se si le pareció un poco tonto mi juego, pero Laura estaba tan emocionada que no dijo nada y se sumó al juego sin hacer comentarios.  

Las primeras respuestas fueron bastante obvias: “Te quiero”, «Me gustas” “¡Sos perfecta!”. Pero a medida que avanzaba el juego y con un poquito de intervención de mi parte, empezó a subir la temperatura: “Atrevida”, “¿Te gusta así?”, “Te hago de todo”.

Entre las risas y el entusiasmo del juego, el contacto físico había pasado a ser algo natural. Después de un par de rondas, en las que ambas perdieron, les dije que tenían una prenda por cumplir. No lo pensé dos veces, pedí masajes.  Esta vez fue Ana la que, sin dudarlo, comenzó con la tarea. Laura miraba con algunas dudas. Poco a poco, los masajes se fueron transformando en caricias.

Laura seguía acostada a nuestro lado sin demostrar demasiado interés en sumarse. Lo primero que pensé fue que, al vernos coqueteando, estaba pensando en hacerse a un lado y dejarnos solos. Pero de pronto, no sé de dónde, vino a mi cabeza un razonamiento que transformó el curso de esa noche: Ella quería sumarse pero no sabía cómo. Verme con su amiga no había hecho más que generar Preselección.

Buscando que se incorpore al juego de toques, estiré mi mano a la altura de la suya y comenzó a acariciármela también. Fue mucho más simple de lo que había imaginado.

Estado de situación: Una linda bailarina, a la que poco conocía, me hacía masajes. Su mejor amiga, a quien conocía aún menos, me acariciaba por el otro costado. Todo marchaba bien, pero se hacía necesario liderar muy bien para llevar todo un escalón más hacia el Olimpo. Dije:

-Vamos a turnarnos, ¿quién sigue?

Ana propuso entonces que nos hagamos masajes los tres y en simultáneo. Empezó un juego placentero de tres cuerpos tocándose, sin respetar ningún orden. Ya la situación estaba bastante clara y mi erección también. Comencé besando a Ana, que es con la que más me había estado tocando. Enseguida besé también a Laura, mientras Ana le acariciaba la nuca. Nuestras manos se cruzaban por detrás del cuello de su amiga. Separé mis labios de los de Laura y tomé también a Ana de la nuca. Con una presión muy leve, fui acercando sus rostros hasta que se besaron.

No hizo falta más que pocos segundos para que estemos los tres desnudos, moviéndonos debajo de las sábanas. Me concentré para hacerlas acabar primero a  ellas. Después me hicieron acabar a mí. Un suspiro a coro resonó en la habitación.

Nos quedamos acostados un buen rato, fumando y escuchando música. Me relajé profundamente y cuando me estaba quedandome dormido, me sorprendió la nariz fría de mi gato buscando atención. En el entresueño, por un momento creí que todo había sido un sueño. Unos microsegundos de decepción se transformaron en una gran sonrisa cuando las vi a ellas dos dormidas a mi lado.

En el techo todavía se proyectaba el fondo azul que había quedado al terminar la película.

Quiero dar las gracias a LevantArt  y a toda la comunidad de seducción por haberme guiado a vivir este momento que nunca jamás hubiera imaginado posible.

 

MARIO – 33 Años – Productor

You Might Also Like

1 Comment

  • Reply
    Mitos y verdades sobre el ‘ménage à trois’ – NeuroSeducción
    31 marzo, 2016 at 6:46 pm

    […] Cómo invité a dos amigas a ver una película y acabé haciendo un trío 29 febrero, 2016 […]

  • Leave a Reply